A menudo, nos encontramos paralizadas por la postergación, atrapadas en un ciclo interminable de planificación y un patron de perfeccionismo.
Queremos resolverlo todo de antemano: ¿Cuál es el mejor camino? ¿Cuál es el plan perfecto? ¿Qué pasos me asegurarán que no voy a fallar?
O queremos asegurarnos de que todo se desarrolle de acuerdo con nuestro ideal o nuestra voluntad: ¿qué pasa si no sale según lo planeado? ¿qué pensarán las personas de mí?
Nos esforzamos tanto por tratar de controlar los resultados, por anticipar cada obstáculo, por evitar cualquier error. Pero la verdad es que este afán por tenerlo todo resuelto desde el principio no es fe.
Es miedo.
Y aquí está la verdad que el Señor ha estado mostrándome:
Dios no te pide que tengas el plan perfecto. Solo te pide que des el siguiente paso fiel.

El engaño del perfeccionismo
Vivimos en una época que glorifica el perfeccionismo. Nos sentimos presionadas a tener respuestas claras y un plan impecable antes de comenzar cualquier cosa. Nos decimos: “No puedo empezar hasta que esté lista. Necesito más tiempo, más preparación, más claridad.”
Sin embargo, este deseo de perfección no solo nos estanca, sino que a menudo se convierte en un ídolo. Confiamos más en nuestras propias estrategias que en la guía de Dios. Queremos garantías humanas antes de caminar en fe.
Pero Jesús no nos llama a caminar por vista, sino por fe. Y la fe no siempre significa ver el panorama completo.
A veces, la fe es simplemente dar un paso, el paso que está justo delante de ti, sabiendo que Dios estará contigo en el siguiente.
Ejemplos bíblicos de un caminar fiel
En las Escrituras, encontramos historias de hombres y mujeres que no tenían el “plan perfecto,” pero confiaron en un Dios perfecto.
Abraham dejó su tierra y familia sin saber a dónde iba, pero obedeció porque confió en la promesa de Dios. (Génesis 12:1-4)
María respondió “Hágase en mí según tu palabra” cuando el ángel le anunció que daría a luz al Salvador del mundo. No tenía un plan para todo lo que vendría, pero tenía fe. (Lucas 1:38)
Pedro salió del bote y caminó sobre el agua. No porque entendiera cómo funcionaría, sino porque Jesús le llamó. (Mateo 14:29)
Dios nunca les dio un manual completo. En su lugar, les pidió que confiaran en Él y que avanzaran un paso a la vez.
¿Qué significa dar el siguiente paso fiel?
Dar el siguiente paso fiel significa soltar nuestra necesidad de control. Significa dejar de esperar “el momento perfecto” o “el plan perfecto” y, en cambio, seguir al Señor en obediencia, incluso si no vemos todo el camino por delante.
Es preguntarte:
¿Qué me está pidiendo Dios hoy?
¿Cuál es el próximo paso pequeño, práctico y lleno de fe que puedo dar ahora mismo?

¿Dónde puedo simplemente ‘hacer lo que sigue’?
Tal vez sea enviar ese mensaje de reconciliación. Puede que sea comenzar a orar consistentemente. Tal vez se trate simplemente de poner un cronometro de diez minutos y ordenar el desorden de tu cuarto. Tal vez se trate de lavar algunos platos, o abrazar a tus hijos, o poner tu canción de adoración favorita y barre la cocina.
El Señor no espera que hagas todo de una vez. Solo te llama a ser fiel con lo que tienes ahorita en frente de ti.
Confía en Su soberanía
Dios no se impresiona con nuestros planes bien elaborados; se deleita en nuestra fe. Él ya conoce el final de tu historia. Es el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Lo que Él te pide no es que lo tengas todo resuelto, sino que confíes en Su guía y Su tiempo.
Cuando colocamos nuestra confianza en Su soberanía, encontramos descanso. El peso de tener que “resolverlo todo” ya no recae sobre nosotras. Podemos avanzar con confianza, sabiendo que Él nos sostiene.
El llamado a vivir en obediencia diaria
No necesitas idear el plan perfecto. No necesitas ver todo el camino. Solo necesitas dar el próximo paso fiel.
Jesús camina contigo. Él iluminará tu camino, no siempre con una luz brillante que muestra el futuro distante, sino con la luz suficiente para el paso de hoy.
Entonces, da ese paso. Confía. Y cuando lo hagas, verás que el Señor, en Su gracia infinita, estará contigo en cada paso del camino.
“Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz para mi sendero.”
Salmo 119:105